lunes, 12 de enero de 2009

Todos dicen la verdad. ¿Todos dicen la verdad?


En esta guerra, una guerra ha sido también conmigo. En medio de opiniones, argumentos, manifestaciones, defensas y ataques, no sé qué pensar. Busco aquí y allá, busco explicaciones que me lleven a entender la fuerza que motiva esta guerra, el precio de ver uno tras otro cómo aumentan los muertos. Muertos, una vida tras otra que se extingue, y con ella la de tantos otros que giran a su alrededor. Hoy en las noticias vi una nota sobre una chica, una de tantas mujeres, madres, hermanos, amigos, una chica que está embarazada y a la espera de que su hombre regrese de la guerra después de que se internó hoy en el territorio de Gaza, deseando más que nada que su hijo logre conocer a su padre. Una cadena de acontecimientos para aquel niño que corre la suerte de nacer o no con padre. Como si eso de nacer con o sin padre diera lo mismo. Ni imaginar qué historias existirán detrás de cada personaje de la guerra. Son miles los que lloran tras cada muerto y se mueren un poco también con él.

Trato de alcanzar las razones, las históricas, las políticas, las lógicas que me ayuden a entender, y después a tener una posición. Pero hallo tantas, de tan variada procedencia y perspectiva, y tan diversas en sus sustentos que no sé que pensar. Creo que este limbo posicional me afecta tanto como el desastre mismo que ocurre ahora. Tal vez fuera de Israel sea mas difícil escuchar voces que aunque condenen el ataque en Gaza expongan también las razones que lo justifiquen, pero aquí, por obvias razones, es un discurso que intenta sostenerse, y lo hace con algunos puntos a favor. Y al mismo tiempo la avalancha de rechazo por las acciones de Israel, con toda razón, pero que, en muchos casos, desconoce y trivializa el complejo fondo de este desencuentro entre pueblos.

De manera que si la razón no me trae sosiego el sentimiento sigue imperando, un profundo sentimiento de pesar. Pero en la guerra no hay lugar para la lástima, una de las razones por las cuales seguro mi carácter es antítesis de ella. La guerra devela ese lado del rostro humano que parece no estar entre mis máscaras, la determinación invencible de lograr un objetivo a costa de destrucción y muerte. El ataque tan funesto que Israel emprendió, con el precio de las víctimas incontables del bando que sean, no puede conducir a nada bueno, incluso si los objetivos con que se inició la guerra se llevan a cabo.

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