Tengo esperanza política. Sé que son muchos los motivos para el desencanto, el pesimismo realista, la desconfianza. Sé que colombia (con minúscula intencionada) está aquejada de una maraña de enredos casi imposibles de enumerar. Sé que padece de un enfermedad crónica que no hace nada fácil identificar dónde comenzó este enredo.Pero siento que se puede mirar para adelante.
Un cambio posible no ocurrirá en un tiempo muy próximo, pero una cosa es estar lejos y otra es ni siquiera encaminarse. Porque hay una herida enorme que sangra y grita de dolor, y que se ha inflamado en los últimos años, y que nosotros los colombianos, como enfermo que no quiere reconocer que lo está, nos hemos negado a mirar a los ojos. Pero hay que empezar a curar esa herida, hay que empezar a ocuparse del alma de un pueblo lastimado. Y entonces creo. Aunque la mismo tiempo me inquieta tanto ruido alrededor de un candidato esperanzador.
Ahora, que no se me entienda mal. Es bueno que haya ruido y que se alcen las voces, pero temo que el ruido solo sea el reflejo de una posición cómoda que se conforma con esperanzarse en un mesías mientras se echa a dormir anhelando la mano salvadora que le dará de comer. Que no se nos olvide que cuando el encargado de turno estaba de campaña, más de uno se sintió respaldado y "esperanzado" en la mano dura y el corazón blando. Y digamos que desde cierta perspectiva eso no está tan lejos de lo que puede suscitar ahora la esperanza del verde esperanza.
El cambio no lo hará UN presidente, no él solo, y no tampoco su gabinete ministerial, ni los delegados departamentales, ni los alcaldes o cualquier miembro público. La gente, el cada uno, el uno por uno necesita un giro mental y emocional, una disposicion renovada. Cohesión.
A pesar de los sentimientos contradictorios que me genera este pueblo que ahora me rodea, hay algo de él que admiro mucho, su tesón de fijarse una meta y conducirse colectivamente, sentidamente, pertenecientemente hacia ella. Esto ha cambiado mucho últimamente, y hoy en día no es exactamente ese el modelo que rige el destino político de este pais, pero me refiero a una característica que marca este pueblo como una seña de su identidad a través de la historia. Y cada vez que pienso en colombia veo cómo, en comparación, nuestra propia historia nos resbala.
Somos un pueblo perezoso, paradójicamente reconocidos en el mundo como recursivos y buenos trabajadores. Pero precisamente porque somos buenos cuando nos emplean, cuando se encargan de nosotros, y sabemos que alguien más es el jefe. Por eso es muy alentador que alguien se pare al estrado y todos lo pongan en el trono de cuasi salvador. Pero de nada servirá nombrar un líder si el equipo entero no despierta y deja de dormirse en los laureles.
Que la esperanza se convierta en hechos. Eso es lo que espero.
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